Sr. Director: En aquellos días, en 1995, en Srebrenica, el nacionalismo étnico se convirtió en un ídolo al que parecía justo sacrificar la vida de millares de inocentes, como los que perecieron en Srebrenica bajo la mirada cínica y fría de Mladic. Fue en ese tiempo cuando San Juan Pablo II levantó su voz para reclamar a la Comunidad Internacional lo que denominó "Injerencia humanitaria", una acción que librase a las poblaciones amenazadas de la tenaza de la violencia. La justicia humana, siempre aproximada e imperfecta, tenía que pronunciarse para contribuir a curar las heridas de aquel tiempo. Pero no es suficiente. Europa debe hacer memoria porque, como ha recordado recientemente el Papa Francisco, la paz es todavía hoy un bien frágil, y las lógicas particulares y nacionales corren el riesgo de frustrar los sueños valientes de los fundadores de Europa. No podemos pensar que con la cínica muerte de Mladic, todo queda ya en historia.. Xus D.