Sr. Director: Además de cumplir ciertos rituales litúrgicos, en una democracia la función de las campañas electorales es fijar un período de quince días anteriores a la jornada electoral, para que los partidos que se presentan intenten convencer al elector y recabar su voto. Pero en realidad, y salvo sucesos extraordinarios, no está demostrado que las campañas sirvan para convencer a nadie que no lo estuviera ya previamente; e incluso hay quien opina que pueden resultar hasta contraproducentes, provocando el hastío en el ciudadano por la saturación de propaganda electoral que recibe durante esos días. Con la idea de establecer una cierta igualdad desde la línea de salida, para que no gane necesariamente quien disponga de más pasta para gastarse, se controlan y limitan los gastos, y se reparten los espacios de propaganda electoral en los medios de titularidad pública, según la representación que ya tenga cada partido. Sin embargo, todas estas supuesta garantías en torno a preservar cierta igualdad de una disputa en buena lid, se incumplen sistemáticamente desde hace años, pues cada vez más los candidatos de los principales partidos aparecen hasta en la sopa uno o dos meses antes de cada campaña, ya se trate de medios privados o públicos, en lo que se ha venido en denominar como precampaña. De esta bonita manera la igualdad queda burlada; pero eso sí, todos esos candidatos omnipresentes no pueden en precampaña solicitar directamente el voto o realizar actividades directamente encaminadas a la captación del sufragio, porque constituiría un delito electoral. Fascinante. Miguel Ángel Loma Pérez