Sr. Director: No tengo experiencia personal, porque no estudié en colegio de religiosos, lo hice en una escuela pública, ni tuve especial formación cristiana tras acabar los estudios universitarios. Pero cuentan -también se lee en memorias de personajes destacados- que en el siglo XX los educadores eclesiásticos estaban como obsesionados por el sexto mandamiento, es decir, por el recto uso de la sexualidad humana, regido por la virtud de la castidad, parte de la templanza. Como en tantos otros aspectos, se ha producido una especie de inversión con el auge de la secularización, consecuencia en gran medida de la difusión en occidente del laicismo. Hoy el sexo no está en los púlpitos (en el ambón de los templos), sino en los medios de comunicación, hasta una  reiteración agotadora. Valga el ejemplo, aunque no quiero hacer propaganda, de una destacada revista cultural y política francesa, que anuncia semana tras semana dossiers como Le tour du monde du sexe, o Les seins dans l'art. Después de años de batalla por la educación sexual en las escuelas -no en las familias-, se descubre con estupor el incremento casi universal de abusos y aberraciones. Tras tiempos de connivencia y aceptación, son objeto de escándalos y condenaciones, con descripción detallada de los hechos, y denuncias de quienes sufrieron maltratos, normalmente mujeres sometidas a la tiranía cultural o profesional de varones tan poderosos como obsesos. Eso como respuesta a la liberación sexual, ya me explicarán. Martínez Madrid