Sr. Director:

Como ciudadano, no imparcial, de esta nación nuestra no llamada España, sino Estado Español para no ofender a no sé quién o quiénes; no dejo todos los días de asombrarme de lo que en ella transcurre, en cualquier orden de la vida ya sea cultural, económica, política o religiosa.

Lo de no imparcial es porque pensando objetivamente y desapasionadamente, en el transcurrir de los años, me he afirmado en que no se puede o podemos ser imparciales y de hecho no lo somos en cualquiera de los terrenos apuntados anteriormente.

Y esto es así, porque afortunadamente los humanos somos diferentes: en nuestra estructura biológica, anímica, de percepción, de inteligencia y de espíritu. Es decir, en todo aquello que nos hace ser humanos y nos diferencia claramente del resto de los seres vivos que conocemos, y entre nosotros mismos. Eso no quiere decir que ante algunos estímulos no reaccionemos de la misma manera, pero si profundizamos nos daremos cuenta que no los sentimos de la misma forma.

Esto es lo que nos hace manipulables. La persecución de la igualdad a todos los niveles, es y será siempre una utopía. Podemos ser iguales en algunas cosas, pero no en todas y en todos los momentos. “No se puede tratar a iguales desigualmente, ni a desiguales igualmente” (San Agustín). Entraríamos en la Injusticia. No somos iguales porque no podemos ni debemos serlo; solo hay una excepción: somos iguales en derechos y obligaciones. ¡Pero no sólo en derechos!

En cuanto a lo de asombrarme no me deprime, sino que me alegra pues personalmente pienso que es de espíritu siempre joven. No hay nada más reconfortante que ver el asombro constante en un niño.

¿Y a que vienen ambas cosas? Pues al comportamiento de ciertos políticos,  principalmente de los que se han llamado emergentes o nuevos, y del que no es tan nuevo, aunque sean distintas las personas; y de los analistas y comentaristas: de radio prensa y televisión sobre ese comportamiento.

Igualmente de la Justicia. Aunque ésta últimamente y ante hechos muy graves que afectan a nuestra existencia como Nación y como Estado –ahora sí– de derecho, ha reaccionado empezando a comportarse de forma unida y con las ideas claras teniendo en cuenta la defensa de los intereses nacionales y no ideológicos y partidistas. ¡Hay si se hubiera comportado así, desde hace tiempo! Sobre todo el TC. No hubiéramos llegado a la situación actual.

¡Y los partidos y partiditos, nacionalistas, mareas, común o comunas! Que no hacen más que chantajear al Gobierno. Seguir tirando piedras y escondiendo la mano. Te doy el apoyo ahora y mañana te lo quito. O clamar porque hay que subir a estos o aquellos ahora que la economía empieza a mejorar; y se erigen en salvadores patrios, ofreciendo cosas imposibles. ¡Sobre todo aquellos que arruinaron a España por dos veces seguidas!

Sería hora de empezar a hablar más de obligaciones o de servicio, y menos de derechos. De eliminar alguno de estos, que en realidad son privilegios que aumentan la desigualdad, cuando todo el día se les llena la boca de la tan cacareada igualdad.

Y los arroja piedras diarios, antes de hacerlo, que se examinen si están ellos, o sus conmilitones, libres del pecado por el cual arrojan esas piedras.