Sr. Director:

El País ha cogido la antorcha de su hermano mayor norteamericano, The New York Times, y pretende con la estrategia de la mentira repetida mil veces, buscar por toda España los sacerdotes que han abusado de menores que, según informa, son muchos aunque no sepa ni  cuantos, ni dónde ni cuándo: lo importante es extender sobre los sacerdotes españoles la mancha del abuso de menores. El País sabe muy que la mayoría de los sacerdotes con sus defectos y sus pecados como todos los seres humanos, incluidos los periodistas, nada tienen que ver con el abuso de menores. Pecado y delito deleznable como han reconocido los papas  San Juan Pablo II, Benedicto XVI y especialmente el  Papa Francisco que no dejan pasar una ocasión sin que pida perdón a todas la víctimas y a todas la sociedades de las faltas graves de algunos sacerdotes. No le interesan al diario de Prisa, así como a la cadena Ser, investigar realmente los horribles casos de abusos sexuales de unos pocos sacerdotes y religiosos  que tanto han dañado injustamente la credibilidad y el buen  nombre de todos los sacerdotes, sino extender la mancha negra a todos los sacerdotes, identificando sacerdocio con paidofilia, estrategia que ha utilizado una rama de la ONU, cuando informa sobre la Iglesia Católica. Pero una mentira por mucho que se repita mil veces no llega a ser verdad, como pretendía la estrategia nazi de Göbels. Es evidente que por mucho perdón, reparación, satisfacción  purificación  y arrepentimiento que el papa Francisco pidan, algunos medios no les van a ser caso y van a continuar con sus particulares guerras informativas contra la Iglesia Católica, incluso acusan al Papa Francisco de encubridor No es de extrañar que el Papa Francisco pida a los católicos que recen a la  Santísima Virgen María y San  Miguel Arcángeles en estos duros y negros en los que el padre de la mentira Satanás lucha conto su furor infernal contra la Iglesia Católica a  la que está causando mucho mal, aunque no la pueda nunca destruir, como profetizó su Divino Fundador. Como decía el genial autor de la Ciudad de Dios, San Agustín, la Iglesia Católica camina hacia la Patria Celestial por el desierto del mundo entre la persecución de los hombres y los consuelos de Dios.