Sr. Director:

El gran tesoro de la última biografía, sobre Guadalupe Ortiz de Landázuri, es la gran cantidad de cartas que se incluyen. Muchas cartas a San Josemaría, por quien sentía un gran cariño, cartas a otras personas del Opus Dei, cartas a su hermano, etc. De manera que no estamos ante una narración de terceros, de una autora –que sin duda ha hecho su trabajo-, de unas personas que la conocieron y nos cuentan –que también hay algo- sino que conseguimos conocerla  a través de lo que ella siente, piensa, lucha. Se podría decir que la visión propia es siempre subjetiva y, por lo tanto, de poco valor. Pero el lector observa coherencia.

En sus cartas se ven sus luchas. Tiene un empeño sincero por tratar a Dios, por hacer sus ratos de oración, por rezar el Rosario a la Virgen, pero se da cuenta de que cuando tiene mucho jaleo exterior en su vida, su plan de vida cristiano a veces le falla. Y se lo cuenta, con toda sencillez, al Fundador de la Obra, a quien escribe como a un director espiritual. A San Josemaría, a quien ha conocido personalmente –su primer contacto con la Obra fue una conversación con él- le tiene un gran cariño y tiene con él una gran confianza. Y le escribe constantemente, para contarle su vida, para contarle sus logros, sus batallitas. Y esas cartas, debidamente archivadas son, para nosotros, un auténtico tesoro.