Sr. Director: Además del buen corazón en el trato con los animales, ¿qué sentido tienen estos 'cementerios', cuando se están desparramando las cenizas de los seres humanos en ríos, en mares, en montes, en vertederos de basura, como si quisiéramos no recordarlos jamás? La amistad con otros hombres y otras mujeres es a veces demasiado complicada; exige sacrificios, preocupaciones, salir de nosotros mismos, estar atentos a lo que necesitan. Con los animales de "compañía" estas preocupaciones desaparecen, y todo se resuelve en buscarles alguna funda para proteger los cuerpos los días de frío, y sacarlos a pasear. ¿Hay corazones humanos que se puedan llenar con el mirar perdido de un perro, de un gato? "Al regresar a casa después de pasear el perro, X no sabía qué hacer". Una frase semejante ha dado la vuelta al mundo en un cuento de un autor sudamericano. ¿Puede un perro, un gato, un loro, cubrir el vacío vital del hombre, de la mujer, y darles el afecto, el calor vital necesario para seguir viviendo? ¿No lo encierra mucho más en su soledad profunda, en su incomunicabilidad con otros mortales humanos?¿Tan pequeño se ha quedado el corazón humano? Este cementerio me ha hecho recordar la exclamación de Becquer: "¡Qué solos se quedan los muertos!". Para luego recordarla y darle la vuelta: "¡Dios mío: que solos viven los vivos, que entierran a sus 'animales de compañía'!". Y con pena llegué a preguntarme: ¿Habrá seres humanos tan solos que necesiten el recuerdo de las cenizas de sus "animales de compañía", para seguir viviendo? Xus D Madrid