Sr. Director: Con mucha facilidad, el hombre se olvida de la existencia del pecado; y de que esa realidad del pecado afecta sus decisiones, sus actuaciones, también en este campo del progreso, de la defensa integral de la Creación, y del uso que, para su bien y el bien común de todos los hombres, ha de hacer de la naturaleza. "Se suele justificar que se traspasen todos los límites cuando se experimenta con embriones humanos vivos. Se olvida que el valor inalienable de un ser humano va más allá del grado de su desarrollo. De ese modo, cuando la técnica desconoce los grandes principios éticos, termina considerando legítima cualquier práctica. (…) La técnica separada de la ética difícilmente será capaz de autolimitar su poder", dice Francisco en el punto n. 136 de la Laudato si. A quienes ven en esta Encíclica una simple llamada a defenderse del así llamado "cambio climático" -realidad sobre la que los científicos no se han puesto todavía del todo de acuerdo-, les vendrá bien no perder de vista esa llamada ética, que no se limita solamente al cuidado de la naturaleza, sino, y de manera particular, al cuidado del hombre que debe custodiarla y hacerla florecer: "Dado que todo está relacionado, tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto. No parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no se protege a un embrión humano aunque su llegada sea causa de molestias y dificultades: "Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social" (n. 120). Domingo Martínez Madrid