Sr. Director: La cuarta aparición de Fátima debía celebrarse como las anteriores, según había pedido Nuestra Señora, a los tres pastorcillos -dos de los cuales hoy son santos, Francisco y Jacinta, y su prima Lucía, en proceso de beatificación-, el día 13, concretamente el 13 de agosto, pero las fuerzas oscuras y reaccionarias políticas e ideológicas que gobernaban en Portugal en aquellos días jacobinos y republicanos, con la intención de acabar con la Iglesia Católica en Portugal, lo impidieron y tuvo lugar el día 19. Ya en el siglo XVIII lo había intentado el máximo representante de la masonería, el  marqués de Pombal, quien no solo expulsó a los jesuitas  de Portugal por motivos políticos y económicos, camuflados en toda clase de mentiras morales, pastorales y teológicas. Este tenebroso convenció al monarca español borbón Carlos III para que decretara la persecución y el exilio de los jesuitas también de España, como así sucedió. Los corifeos modernos de Pombal durante las apariciones idearon todo un programa para reprimir como fuera aquel movimiento de Fátima que minaba de raíz su política anticatólica y anticlerical contra la Iglesia Católica. Todo valía: periódicos, revistas, panfletos, mítines, violencias, despotismo, ataques criminales, persecuciones programadas en las logias masónicas. Había que hacer creer a todo el mundo que lo de  Fátima era una invención de los jesuitas para mantener a la gente sencilla en la ignorancia y en la superstición. Lo primero que había que hacer era descalificar a los niños pastores. Porque qué se podía esperar de una criaturas rudas, analfabetas, incultas, simples, tímidas como las ovejezuelas que pastoreaban. Había que conseguir de todas las maneras que se desdijeran de toda aquella invención de la Señora y desmintieran lo que les había comunicado. Todo era un intolerable ridículo. Un segundo paso sería aislarlos de sus padres y conocidos. Más aún, se les atraería con toda clase de artimañas y regalos para que en lugar de la mentira e impostura confesaran la verdad, es decir, que todo era un burda patraña, como pensaban las autoridades políticas de Lisboa. Había que elegir a una autoridad de confianza para que ejecutase este meditado y estudiado plan, que para ellos era la pesadilla de Fátima. Protagonista. Había que elegir una persona de confianza para que se encargara del asunto. Nadie mejor que el administrador de Vila Nova de Ourém, que ya había dado muestras anteriores de numerosas tropelías: deteniendo párrocos, prohibiendo el ejercicio del culto público y externo, llegando incluso a prohibir el toque de campana y las funciones religiosas después de la puesta del sol. Se llamaba Arturo de Oliveira Santos. Para él era cuestión de honor acabar como fuera con aquellos acontecimientos. Quería demostrar a sus superiores masones que podía con todo. La primera medida que tomó fue raptar a los videntes antes del día 13 de agosto. Mucho antes de que partieran para Cova da Iría, él mismo fue a casa de los videntes y los interrogó durante bastante tiempo. Con el pretexto de recabar nuevas informaciones, los llevó a casa del párroco, quien se quedó estupefacto, porque él nunca había estado en Cova da Iría, y guardaba una actitud de prudencia e incluso temor ante los acontecimientos. La noticia del rapto de los niños corrió veloz y fue llevada a Cova da Iría por un ciclista. Cuando el pueblo sencillo conoció los acontecimientos del rapto se indignó y mucha gente lloraba de pena. Cuando comunicaron a la madre de Lucía que su hija estaba presa, exclamó: " Si fue por Dios, Dios la guardará. Si mentía, está bien hecho, para no ser mentirosa", palabras que reflejan a la perfección la gran Fe de aquella humilde mujer. Llegado el 13 de agosto, habían acudido a Cova da Iría miles de curiosos y fieles, unos dudosos y otros seguidores de los pastorcillos, porque creían y aceptaban que Nuestra Señora se les aparecía. Otros se dirigieron a Aljustrel, donde vivían los padres de los pequeños, para comprobar si realmente los niños habían sido raptados por el administrador. La noticia del rapto fue comunicada en Cova da Iria por un ciclista. Cuando se enteró la gente, algunos protestaban y otros lloraban. Pero a pesar de las persecuciones y los raptos, Nuestra Señora dio alguna señal de su misteriosa presencia, porque el día 13 de agosto se pudo comprobar una señal visible. Tal como aconteció en la aparición del 13 de julio, los asistentes pudieron percibir con claridad una sensible disminución de la luz solar, que semejaba a un eclipse parcial del sol, y pudo ser vista una nube color ceniza. El acostumbrado relámpago fue visto por miles de personas presentes, a la vez que se oyeron fuertes truenos que retumbaron en el lugar de las apariciones. En relación con estos acontecimientos, el párroco de Fátima escribió una carta enviada al mensajero de Leiría el día 22 de agosto en la que afirmaba entre otras cosas, que no tenía ninguna responsabilidad en aquellos acontecimientos y que en nada había colaborado. Llegaba a afirmar que aquel día se habían reunido en Cova  da Iría entre 5.000 y 6.000 personas. La cuarta aparición por los motivos expuestos (rapto de los niños) no tuvo lugar el 13 de Agosto, ni en Cova da Iría, sino el día 19, y en Valihnos. Estuvo rodeada de un ambiente tenso porque en un principio la más pequeña de los tres pastorcillos, Jacinta, se había quedado en casa. Francisco, su hermano, estaba preocupado por la ausencia de su hermana que se retardaba porque su madre le estaba lavando la cabeza. Lo mismo le ocurría a su prima Lucía, quien en sus Memorias narra así lo sucedido. Para sustituir a Jacinta, Lucia pidió a otro hermano de Jacinta, Juan, que les acompañase. -¡Qué pena si Jacinta no llega a tiempo!- decía, y pidió a su hermano que fuese deprisa. Dile que venga corriendo. Después que el hermano partió, me decía: -Jacinta, si no llega a tiempo, va a quedarse muy triste. Llegados a Valihnos, continua Lucía, vi junto con Francisco, el reflejo de la luz que llamábamos relámpago; y al llegar Jacinta, un instante después, vimos a Nuestra Señora sobre la encina (carrasca). Se establece el siguiente diálogo: Lucía:- ¿Qué quiere usted de mí? La Señora: - Quiero que continuéis yendo a Cova da Iría el día 13, que continuéis rezando el rosario todos los días. El último mes haré un milagro, para que todos crean. Lucia:-¿Qué quiere Usted que haga con el dinero que la gente deja en Cova da Iría? La Señora:- Haced dos andas: una la llevas tú con Jacinta y dos niñas vestidas de blanco: la otra que la lleve Francisco con otros tres niños más. El dinero de las andas es para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario y lo que sobre es para la construcción de una capilla que mandaréis hacer. Lucía le pide a la Señora la curación de algunos enfermos, a lo que la Señora responde que a algunos los curará durante el año. Y luego tomando un aire triste, pide según narra Lucía: "Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, que van muchas almas al Infierno por no haber quién se sacrifique por ellas". Como había sucedido ya en las otras apariciones, la Señora comenzó a elevarse en dirección a Oriente, como regresando por la misma dirección por la que había llegado.  La aparición tuvo lugar por la tarde hacia a las cuatro, según sor Lucía. El lugar de la aparición, Valihnos, está cerca de los domicilios de las dos familias en Aljustrel. Tal como sucedió en Cova da Iría, la Señora apareció sobre un encina, cuyos trozos fueron tomadas por algunos presentes como reliquias. Fidel García