Sr. Director: Saber que Dios nos ama infinitamente y que entregó a su Hijo único Jesucristo para salvarnos, es, no cabe duda, la buena nueva que alegra y da sentido a la vida. Los católicos la conocen y deben comunicarla a los demás en legítima correspondencia de amor y de servicio a los demás. Es la mejor noticia que se puede dar al mundo y la más importante. Los católicos la valoramos más y mejor, porque nos guía el conocimiento de la Revelación, que nos muestra el verdadero sentido de la vida, que es la santidad personal. ¿Qué es la santidad?  Monseñor Escrivá de Balaguer lo decía así: ¿Quieres de verdad ser santo? "Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces". Parece fácil, pero hace falta querer y esa es la mayor dificultad, porque, querer de verdad, es estar dispuesto a luchar para vencer los obstáculos que se oponen a ella. Para los católicos es más asequible porque disponen de la fe en Cristo. Y Cristo está siempre dispuesto a ayudar a todos siempre que quieran alcanzarla, por insuperables que parezcan los obstáculos, o dificultades. La ignorancia, que tanto mal hace, se cura con el recto conocimiento de las cosas, y sobre todo, de las verdades de la fe. Siempre me ha admirado esta sentencia de Sócrates que tiene un sentido de eternidad, lo decía así antes de Cristo: "El conocimiento es virtud. Y solo el que sabe, puede hacer el bien". La pereza, la dejadez, el deslumbramiento que produce los bienes de este mundo, poder, influencias, dinero, etc. impiden conocer la inmensa dignidad de la persona humana redimida, cuyo destino es la vida eterna y feliz, que Dios quiere para todos sus hijos. Antonio de Pedro Marquina