Sr. Director: «¡Eso no es islam!» es grito de que se eleva dentro del propio islam cada vez que el yihadismo golpea. Explica también ese grito el alcance de las declaraciones de Harun Khan, secretario general del Consejo Musulmán Británico, cuando hablaba del disgusto y del asco que sentían los musulmanes de todo el mundo tras los últimos atentados de Londres y de que el que hubieran ocurrido durante el Ramadán mostraba que esas personas no respetan «ni nuestra vida ni nuestra fe». A muchos también nos gustaría gritar que «¡Eso no es islam!». Pero, por ahora, mientras el islam no reinterprete su Libro, su tradición y su Ley fuera de su contexto medieval, sumergidos en el duelo, honestamente, sólo podemos decir que «Eso no es humano, pero sí islámico». La interpretación medievalista de la sharia la comparten el islam moderado y el radical. La diferencia estriba en que el primero no la impone violentamente. Las voces que reclaman esta reforma proceden de los intelectuales, pero no de los hombres de religión, que condenan, pero no reforman. El francés Mohammed Arkoun, fallecido en 2010, gritaba con fuerza que la sharia era una construcción humana y no divina. Consideraba a los islamistas «guardianes de las creencias», de un sistema humano desarrollado para poner en práctica la fe, pero no los consideraba «guardianes de la fe». A estos últimos, para que cese la hemorragia humana, les corresponde emprender sin demora una reforma que excluya del islam a los que no son humanos para que por fin dejen de ser islámicos, aunque la diversidad quede cercenada. Pedro García