Sr. Director:

La realidad grave del coronavirus ha pasado, en poco tiempo, de ser un grave problema chino, a ser una  realidad sanitaria y económica, que también  afecta a todos los  españoles de toda la edad, sexos, condición (incluidos  políticos) directa o indirectamente. Hasta el 8 de marzo España era aparentemente y por razones ideológicas reivindicativas  un país seguro y ejemplar para todo el mundo: envidiable por su alto estado de bienestar y sanitario (que los es). Pasada esa  fecha de triste recuerdo todo está cambiando de forma alarmante y sorprendente. No se tomaron las medidas necesarias en tiempos oportunos y los casos de personas infectadas han aumentado en todos los pueblos y ciudades de forma imparable también en Asturias. Ante riesgos sanitarios tan serios y graves las posturas se han enfrentado de forma radical y excluyente. Por una parte  están los apocalípticos laicistas y maniqueos que alardean de posturas tremendistas predicando el fin del mundo  y de la historia, como ya lo había diseñado el marxismo  con la lucha  de clases motor  de la historia  y  triunfo de la proletariado. Pero la realidad es que el fin de la historia no se va  a producir por ninguna causa natural,  ninguna teoría,  predicción de nadie,   futurólogo, astrólogo o inventor de calamidades,  porque eso no depende de los hombres sino de Dios, que no se lo ha revelado a nadie.

En la otra parte del espectro están los integrados, los que aun admitiendo la gravedad de la situación sanitaria y económica predican y proponen  que  los españoles tenemos capacidad  de sobra para superar este momento tan grave, siempre y cuando seamos obedientes y sumisos a las directrices, advertencias y  recomendaciones que nos hacen; desde lavarnos mucho las manos, huir de los espacios públicos, salir los menos posible de casa, si no es por necesidad real  y procurar evitar contactos innecesarios y los viajes nocivos a ninguna parte. Pero la realidad pandémica parece superar todas las previsiones más pesimistas. Es muy necesario reconocer, también, el espíritu de entrega  y generosidad de las FF.AA junto con los profesionales de la salud y la ayuda de  Policía Nacional y Guardia Civil, así como muchas personas que en Cáritas y otras ONGs están colaborando desinteresadamente