Sr. Director:

He dirigido un correo a varias entidades con fecha 16-9. En ocasiones, debido a mi carácter impulsivo y vehemente, me expreso inadecuadamente, pero nunca lo hago con ánimo de ofender a nadie, yo no soy perfecto, nada más que un pecador. Pero para un anciano de 84 años es muy duro ver la situación actual de la Iglesia. En mi niñez fui monaguillo, todas las iglesias tenían comulgatorio, dos monaguillos acompañaban al sacerdote al dar la comunión a los fieles de rodillas y en la lengua, un monaguillo con una palmatoria encendida, el otro con una bandeja para impedir que cayese cualquier partícula de la Sagrada Forma. Todos los sacerdotes vestían de sotana y todos los religiosos con su hábito correspondiente, eran signos visibles que manifestaban su carácter de sacerdotes y los fieles percibían signos visibles que les recordaban la existencia de Dios. Tristemente de aquella Iglesia Católica poco queda y te duele que la Divina Eucaristía que es la Vida de la Iglesia y de los católicos, se distribuye como si fuese una galleta. No soy el único, muchos fieles sufren con esta situación. Y muchos sacerdotes que ya tenían que estar jubilados desde hace tiempo, con un esfuerzo sobrehumano siguen activos.

El ambiente no es propicio para promover vocaciones sacerdotales y religiosas porque para atender a las necesidades materiales de los fieles no hace falta ser sacerdote. Y ¿Quién  va a celebrar el Santo Sacrificio de la Misa y perdonar nuestros pecados?