Sr. Director:

Según comenta Wee, que acaba de ser nombrado "miembro joven" de la Academia Pontificia para la Vida, en una entrevista para Crux, "La bioética católica ha sido especialmente buena en señalar absolutos morales. Pero no hemos sido tan buenos al tratar cuestiones en las que no hay una línea roja clara y en las que para decidir qué proceder es correcto hace falta un ejercicio riguroso de la virtud de la prudencia". Así, la bioética católica no se reduce a condenas morales. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, las posibles consecuencias sociales de una práctica como los úteros artificiales.

Eso no significa, advierte Wee, que el juicio moral deba convertirse en un puro contrapesar efectos de las acciones: "No somos utilitaristas o proporcionalistas!". La bioética verdaderamente prudente también es capaz, por ejemplo, de discernir "la lógica interna de una determinada tecnología" para saber si su uso es moral e inmoral. Pues es un "mito moderno" creer que "la tecnología es 'moralmente neutra', que no hace más que proporcionar una alternativa a los medios naturales, pero rara vez es así". En realidad, "la tecnología siempre tiene una predisposición a unos valores más que a otros en virtud del modo en que opera o de las cosas que mide".

Wee pone énfasis en la tecnología, porque opina que es inseparable de los principales dilemas éticos presentes y futuros. El que considera más acuciante es la manipulación genética. De momento, dice, no hay indicios de que esta práctica sea intrínsecamente inmoral, y aún falta una profundización magisterial en este tema. Pero alaba el enfoque de la instrucción Dignitas personae (2008), de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como modelo de ese análisis típicamente católico: atento a lo concreto -unas determinadas tecnologías- y a la vez sabiendo encontrar su lógica interna, y siempre basándose en el fundamento de la dignidad de la persona como imagen de Dios.

Por otra parte, señala Wee, la Iglesia debe seguir recordando la doctrina católica tradicional sobre temas como el aborto, la eutanasia o los anticonceptivos. "Si los fieles no entendemos por qué la dignidad de la vida o del matrimonio es tal que excluye siempre determinadas acciones, ¿cómo vamos a desarrollar una perspectiva auténticamente católica en temas más complicados como la inteligencia artificial?".