Sr. Director:

La ascética cristiana conoce bien el sentido de la conversión diaria: búsqueda del mejoramiento personal, superación de errores y defectos. Sin caer en rigorismos más o menos escrupulosos, muchos sentimos la necesidad de una conversión ecológica, que agudice las exigencias de cada uno en el cuidado de la vida creada en sus múltiples facetas. Como recuerda el documento vaticano sobre el tema, se trata de profundizar y alcanzar un auténtico equilibrio personal, social, ambiental. Lógicamente, sin mitificar la naturaleza, lejos de enfoques panteístas y de esquemas hiperprotectores que llevan a remedios intervencionistas peores que la propia enfermedad.

Como es natural, y aunque sea quizá el más pequeño del mundo, el Estado Vaticano se propone también objetivos ecológicos significativos, que el documento refleja en el último capítulo. Así, los nuevos sistemas de iluminación en la Capilla Sixtina, la Plaza de San Pedro y la Basílica Vaticana han supuesto ahorros energéticos del 60 al 80 por ciento.

Las nuevas generaciones habrán de aprender la cultura del cuidado para superar la del despilfarro y el descarte; comprenderán con nuevas luces el sentido de la comunión y fecundidad en la familia; la solidaridad superará el individualismo; la creatividad humana encontrará nuevas energías y nuevos modelos para la economía y el desarrollo.