Es una exigencia social, patriótica (como la de llevarse mal con la suegra) y, sobre todo, supone una liberación, una higiénica rebeldía contra el lavado de cerebro de las grandes firmas de distribución, particularmente las plataformas de comercio electrónico, destruidoras de marca, que apenas fabrican y extorsionan, tanto a los proveedores como al pequeño comercio, al tiempo que explotan a sus empleados. El arquetipo de este tenebroso nuevo poder es Amazon, con un Jeff Bezos -muy progresista eso sí- que se ha convertido en el mayor fagocitador de empresas y precarizador del empleo de todo el planeta y, de postre, el hombre más rico del mundo. Pero muy progre, como creo haber dicho antes.

Rebélense. El ‘Black Friday’ -y similares- no compre nada, absolutamente nada. No se gaste ni un euro. Que resulte, en verdad, un viernes negro, sobre todo, para Bezos.

El poder, a la postre, siempre lo tiene el consumidor pero hay que saber utilizarlo: no sea borrego, un borrego teledirigido.