El robo del pórtico del siglo XI de una ermita del municipio soriano de Rioseco dibuja la magnitud de un expolio en toda regla del patrimonio artístico español abandonado en parajes solitario.

Los ladrones se lo tomaron con calma -tardaron días en desmontar las pesadas piedras-, nadie los denunció -a pesar de que emplearon maquinaria industrial- y el robo estaba minuciosamente calculado: después de desvalijar el templo, se lo llevaron con camiones.

Lo peor es que la ermita soriana es sólo un ejemplo de tantos de robos vandálicos, un grano de arena en una playa, algo insólito, sin que haya ninguna respuesta por parte de la Administración, salpicada en todos los niveles. Es insoportable.