La hipocresía feminista, es decir, la hipocresía de Hillary Clinton (en la imagen junto a su marido), ya está resultando insufrible. ¿Cómo es posible que Hillary Clinton, la mujer de Bill, utilice el machismo contra su principal competidor, el republicano Donald Trump? Hablamos de la esposa del hombre que utilizaba a becarias multiusos como esclavas sexuales en el despacho oval de la Casa Blanca. Pero Hillary no rompió con el asunto. Todo lo contrario, se revolvió contra las amantes de su esposo, que abusaba de su superioridad sobre las susodichas. Y arremetió contra ellas, como denuncia Trump. Por lo demás, las acusaciones de machismo que acabarán con la carrera de Trump son dos: llamar 'porky' a una Miss Mundo por haber engordado lustros atrás. Está mal, no se insulta a una señora, pero ocurrió tiempo atrás y ahora Hillary lo utiliza con desvergüenza en el debate. Segunda: charla obscena de Trump 11 años atrás. Ha pasado el tiempo pero todo sirve. Una charla insufrible, como la mili que habrán hecho tantos y tantos, empezando por Bill Clinton, porque el bueno de Bill no hablaba, actuaba. Miren ustedes, en Hispanidad ya hemos explicado el juicio que nos merece Donald Trump: es un barbián de taberna, tirando a racista, bravucón, chulesco y no muy ilustrado. También hemos dicho cuál es su principal virtud: decir lo que muchos piensan y callan -esté bien o esté mal- y hablar claro, cosa que no hace ningún político hoy día. Hillary Clinton, como buena feminista, es una embustera redomada. Pretende convertirse en la mujer más poderosa del mundo (es decir, la más peligrosa) a costa de llamarle machista a Trump. Hombre, no parece un argumento como para merecer la Presidencia de los Estados Unidos. Ahora bien, si machista es el que utiliza a la mujer, feminista es la que utiliza al hombre. Si el machista desprecia a la mujer ni les cuento lo que la feminista desprecia al varón. Y si el machismo puede llegar al homicidio, el feminismo parte de ese homicidio y lo llama derecho al aborto. Rechazamos el machismo que, además, resulta bastante bobo, pero creo que, con carácter de temporalidad, a lo mejor nos conviene volvernos un poco machistas… aunque sólo en las formas. Porque la gran mentira feminoide debe ser desenmascarada. Está haciendo demasiado daño. Veamos: Trump fue grosero con las mujeres de palabra. Bill Clinton lo fue con hechos. Eulogio López redaccion@hispanidad.com