Quim Torra lo tiene claro: como los que le quitan su condición de diputado, y con ello aluden a que debería irse de la Presidencia de la Generalitat, son españoles no les hará caso ni en lo uno ni en lo otro: él seguirá siendo diputado del Parlament y presidente de la Generalitat.

Naturalmente, que aún no es el caso, ni aunque los tribunales le pidieran permiso al Gobierno, tampoco se marcharía. Vamos que le gusta la impunidad.

Al final, habrá que echarle del Palau de Sant Jordi en parihuelas y/o esposado. Y eso es lo que quiere: una prueba de fuerza que le otorgue el puesto de mártir catalán al que aspira.

En cualquier caso, el Supremo ha dado una de cal y otra de arena. Ratifica que ya no es diputado pero decidir en qué fecha eso implica que debe abandonar la Presidencia de la Generalitat depende del Parlament… o de una sentencia judicial en esa línea.

Naturalmente, no será el Gobierno Sánchez quien fuerce la situación. Si algo no les conviene ahora a los socialistas es otro preso.

Y Torra puede ser más pesado que Jordi Sánchez con sus compañeros de celda.