Con la ingenuidad culpable propia de los mejores periódicos, El País o El Mundo claman contra 'el eslabón más débil': el servicio doméstico, las pobres chachas, generalmente provenientes de otros países, sobre todo hispanoamericanas, a las que todo el mundo explota. Pues mire no. Están explotadas pero no porque haya muchos explotadores. Resulta que la incorporación de la mujer al mundo del trabajo ha provocado que los padres no puedan cuidar ni educar a sus hijos pequeños, tampoco encargarse del hogar, sin ayuda externa. Ahora bien, el Estado exige que esa ayuda venga avalada por contrato con la Seguridad Social, lo que encarece la contratación de la ayuda y atenta, sobre todo, contra las familias numerosas. En plata: el Estado exige al contratador que el contratado/a tenga papeles, pero no les da papeles aunque tengan contrato de trabajo si no pueden demostrar tres años (también los hispanos con excepción de dos países, que son dos) de residencia -ilegal- en España. Es decir, que para ser legal has de haber estado de ilegal tres años. Dicho de otra forma: el Estado obliga a los contratadores a explotar a las chachas extranjeras. Porque esa es otra: la demanda supera a la oferta, no de las mujeres disponibles, sino de las que tienen 'papeles'. Hispanidad redaccion@hispanidad.com