La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, puso patas arriba Madrid la pasada semana con sus limitaciones obligatorias de velocidad y su prohibición de aparcamiento en el centro. Lo mismo ha ocurrido en otras ciudades españoles y todas estas locuras coinciden en un punto: hay que renovar el parque automovilístico. Primero se lo empiezas a poner difícil a los coches viejos y finalmente acabas prohibiendo (ejemplo, Roma, que ya tiene calendario de desguace obligatorio de vehículos antiguos) para que compres un coche más nuevo y menos contaminante. El beneficiario final serán las multinacionales de la automoción, que se vuelven verdes en cuanto bajan las ventas. Y entonces, ¿se encarece la vida a la fuerza, a fuerza ecológica? Por supuesto, ¿Qué os creíais? El ecologismo puede ser necesario o innecesario, beneficioso o perjudicial. Pero lo que no cabe duda es que siempre acaba resultando caro. Hispanidad redaccion@hispanidad.com