Caso paradigmático el reencuentro con Antonio Hernando, que da una pista, también a los mayores traidores del Reino. Pedro Sánchez no es todavía el hombre para todo (cuando se escucha parece que sí), pero tiene mando en plaza (Ferraz) y lo intenta ya en el Congreso, pero como no es diputado, por otras vías. Un lío: la cosa está entre muchos traidores y pocos leales (felices en su infeliz deriva). Caso paradigmático el reencuentro con el exportavoz del PSOE, Antonio Hernando, a quien ha perdonado. O sea, que quiere que siga en la dirección del grupo parlamentario hasta el congreso socialista de junio. La opinión pública crujió con Hernando cuando se mantuvo en su puesto tras la caída de Sánchez y entendió después su dimisión -para salvarse de la quema- tras la reelección de su exjefe. Bueno, estuvieron unidos hasta la pesadez, al fin y al cabo, en el célebre "no es no" sanchista. En la cosa de los perdones, Sánchez parece moverse en esas cosas de lo generacional. O sea, la edad es importante. Por eso no quiere saber nada vieja guardia, de los González o Guerras,  y tampoco piensa en barones regionales. Está por ver, verbi gracia, qué pasa con César Luena, con el que también compartió sus peores horas de fatiga. De momento no ha dicho ni mu. Sánchez hace, deshace y rehace, mientras espera al congreso del partido. Hispanidad redaccion@hispanidad.com