Es muy probable que el Circo de Cuba cuyas participantas –que no los participantes, en claro signo sexista– enseñaban sus piernas alrededor del Papa Francisco, en la sala de audiencias del Vaticano, no tengan problemas con la dictadura cubana de Raúl Castro.

La revolución cubana siempre ha sido una revolución comunista de línea dura, sí, pero partidaria de la libertad sexual, más en concreto, con la libertad de enseñanza.

A fin de cuentas, todos sabemos que la revolución contra el prostíbulo de Fulgencio Batista acabó en su sano prostíbulo leninista. No es lo mismo, tiene que considerarlo, la prostitución capitalista que la comunista.

Ahora sólo hay que preguntare, con caridad y profundo comedimiento cristiano, ¿quién es el imbécil que prepara las audiencias papales en el Vaticano?