Resulta muy progre lo de la ministra de Sanidad, la asturiana María Luisa Carcedo, cuando mezcla el tabaco con el cannabis e insiste en introducir le vino como una droga, todo ello bajo el denominador común de la adicción.

Pero la clave de una droga no es su componente adictivo, sino su componente alucinógeno, que enajena al hombre y le priva de su libertad.  

El tabaco no enajena al hombre, sólo le fastidia los pulmones y encarece la sanidad pública.

Y las nuevas drogas, como la adicción a Internet, sólo proclamada para ocultar las drogas de siempre (blandas y duras) tampoco enajenan, aunque suelen degenerar en mala educación.

Y el vino es un alimento estupendo que, como tantas otras cosas buenas, consumidas sin moderación, se convierten en malas porque también enajenan al hombre, un ser racional que, como tal, debe estar permanentemente conectado a su razón, para poder elegir entre el bien y el mal. El tabaco no influye nada en ello.