Lo ha dicho el Papa Francisco. Y no deja de ser una gran definición. Al final, resuena aquel “¿o sea, que tú también te hubieses librado de mí?”. 

El aborto sólo es eso: librarse del que me hace la vida incómoda… sin percatarse de que también la transforma en grandiosa. 

La comparación con el nazismo no es mala pero resultaría igualmente pertinente con el comunismo. No olvidemos que el leninismo ha sido uno de los grandes animadores del aborto. Y, procreo, la era eugenésica no empieza ni en Washington ni en Moscú, sino a primeros de siglo con las leyes eugenésicas de la democracia británica, con un joven Winston Churchill como entusiasta defensor de la supresión de los débiles.