Es cierto que cuando un peregrino europeo o un norteamericano acude a Tierra Santa se pega a los policías israelíes porque no se fía del palestino. Es lógico. Ahora bien, Francisco protesta ahora por la falta de seguridad que los israelíes permiten, también en los lugares santos cristianos. Pertinente advertencia. Y es que no estaría de más que Jerusalén, ciudad llamada a jugar, de nuevo  un papel importante en la historia, reconvirtiera  al menos en su casco histórico en ciudad abierta, patrimonio de la humanidad. ¡Claro que entonces estaría regida por Naciones Unidas! No, casi mejor que continúen los judíos vigilando la zona. Hispanidad redaccion@hispanidad.com