No es sólo absurdo o ridículo hablar de la 'colonización' de la Mezquita de Córdoba por parte de la Iglesia. Es mucho más. ¿Insultante, acomplejado, vacuo, indigente? Es difícil encontrar un término. Un disparate, para entendernos. Pero en esa 'cruzada' particular sigue empeñado el diario El País que, sacando noticia de donde no la hay, insiste, con formas 'sutiles', en que esa mezquita deje de ser el principal centro de culto para los católicos cordobeses. Y en la diana de ese reproche está el principal argumento de su incongruencia. Dice que no es por razones religiosas sino de la defensa del patrimonio cultural, cuando resulta que es precisamente por razones religiosas por las que se ha conservado ese templo tal como lo vemos en la actualidad. De ello se ha encargado precisamente la propia Iglesia desde 1236, cuando recuperó para el culto católico un templo que, antes de ser una bella mezquita, fue una iglesia visigoda con reliquias de mártires.

Nada más absurdo que querer cambiar el curso de la historia (también en los términos del verdadero respeto, el de la Iglesia, y de la falta de tolerancia),  sobre todo cuando vemos tantas tropelías al gripo de 'Alá es grande', como la de hoy en París. España dejó atrás con la Reconquista, afortunadamente (¿o no?), siete siglos de ocupación musulmana. Por eso resulta mezquino cuando menos reivindicar lo contrario a estas alturas de la película. "La Iglesia llena con sus símbolos el templo cordobés tras registrarlo a su nombre". Oiga, del mismo modo, que usted decora la casa como le da la gana sin preguntarle por sus gustos al vecino.

Hispanidad

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