Murió el rey Abdalá bin Abdulaziz y le sucede Salman ben Abdul-Aziz (en la imagen) (el guión es vital), conocido aperturista, sea lo que sea lo que tal cosa signifique en la tiranía saudí. Obama se apresuró a enviarle un sentido pésame a un régimen más fanático que Irak y el Rey de España, Felipe VI, se apresura a anunciar su participación en las exequias.

Decía San Josemaría Escrivá, el fundador del Opus Dei, "cuando no puedas alabar, cállate". Porque el elogio compromete o miente. Y al monarca fallecido no se le puede alabar. Al nuevo tampoco.

El fallecido no era más que otro tirano miserable, sólo que aliado de Occidente. Mejor, de Estados Unidos, pero no de los principios de Occidente.

Es más, cuando forzadas por las evidencias, las asociaciones pro derechos humanos occidentales les recuerdan a fallecido y sucesor que no todo el monte es orégano en Riad, lo hacen por vías interesadamente equívocas. Ejemplo, Human Rights Watch (RHW) (otro entramado del Nuevo Orden Mundial, que se dice, como Amnistía Internacional, defensor de los derechos humanos y sin embargo defensor del aborto) se ha dignado recordar que las mujeres no tienen  libertad en Arabia Saudí y que existe un bloguero perseguido. Eso sí, ni una palabra para la libertad más perseguida en el reino del petróleo: la libertad religiosa. Un país donde tener un evangelio puede costarte la vida (la prisión y la tortura, seguro). Los cristianos no tienen derechos para los progresistas garantes de los nuevos derechos.

De la cristofobia saudí ni una palabra. Como no dirá una palabra Felipe VI, el amigo español, para defender los derechos de los católicos. La verdad es que le importan poco.

Ahora tenemos que decidir si Occidente se ha vuelto más hipócrita o más cobarde. No está claro. A lo mejor son ambas cosas a la vez.

Hispanidad

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