No ha habido ningún caso de emigración que no haya sido buena, asegura Antonio Garrigues con ese optimismo desesperanzado o esperanza ilustrada, tan propia de los masoncetes. Pues mire, don Antonio, sí como consecuencia, no como causa. Si lo que quiere decir es que si el anfitrión ayuda al que llega se está ayudando a crecer como persona, entonces de acuerdo, y es exigible al recién llegado gratitud hacia el país de acogida. Ahora bien, la migración es, en sí misma, malísima. Significa que alguien, muchos 'alguienes', tienen que huir de sus países para buscar la supervivencia en otro. En definitiva, lo mejor no es acoger al inmigrante, aunque haya que hacerlo: lo mejor es ayudarle en sus países de origen. Hispanidad redaccion@hispanidad.com