Un juez del Tribunal Supremo intervino en el aquelarre feminista celebrado la pasada semana pasada, contra la violencia de género. Se asombra el magistrado de que en ningún caso como en la violencia de sexo, el asesino se entregue a la policía en un 50% de los casos, algo que, según él, no ocurre en ningún otro tipo de delitos.

¿Para reducir la pena? Pues probablemente, pero el elevado porcentaje también demuestra que los crímenes, ahora llamados machistas son poco premeditados. No tienen nada que ver con el narcotráfico o el robo, por citar dos ejemplos. En el crimen doméstico se actúa por desesperación.

Por tanto, la solución no puede consistir más injusticias contra el hombre (por ejemplo, su encarcelamiento sin diligencias previas, por la simple acusación de la mujer) como se está demostrando, ni en aumentar las penas.

Cuando hay un muerto, generalmente una muerta, lo que ha sucedido es que cuando se rompe el amor la persona se desfonda y cada sexo utiliza sus mejores armas: la mujer, la lengua; el hombre, su mayor fuerza bruta.

Así que menos hipocresía y menos demagogia en materia de violencia de género.