Albert Rivera, el inconsistente, lo mismo te ficha a una futura ministra, como Sara Giménez, por el hecho de ser gitana y cuando aún no sabe si podrá nombrar ministros, que mete como número dos en las listas por Madrid a Marcos de Quinto, a quien Coca-Cola expulsó de la vicepresidencia… aunque él se empeñe en decir lo contario.

Y el problema de Marcos de Quinto no es ese. Su problema es que se empeña ser el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro, por ese orden. Y encima en modo progresía, lo que supone elevarse hasta el coeficiente intelectual de, pongamos, Pedro Sánchez.

Lo cierto es que Rivera y Quinto se parecen en una cosa: son ontológicamente incapaces de abandonar el proscenio.