'Francia canoniza a la Resistencia'. Ese fue el título elegido por El País para informar del traslado al Panteón de Hombres Ilustres de cuatro héroes de la resistencia contra los nazis. Buena gente, dicho sea todo, y con méritos enormes. Fue este miércoles en París y con todo el boato que acompaña a las ceremonias laicas en ese país desde la Revolución francesa. No busquen en ella rasgos de trascendencia alguna porque no los hay. Tampoco el sello divino con el que se explican muchos comportamientos humanos. Es la Francia, no laica sino laicista y, por tanto, una amenaza de manual para imponer una nueva religión en el católico país. El empeño dura ya dos siglos y fue, paradójicamente, Napoleón -nacido de esa revolución para hacer de su capa un sayo (hasta su invierno en Moscú y la derrota de Waterloo)- el que más cuerpos trasladó al Mausoleo de los santos laicos franceses, especialmente militares encumbrados en su conquista de Europa. Esta vez, ni el primer ministro francés, Manuel Valls, lo ha ocultado. Cuatro nuevos santos en la defensa de los tres valores clásicos de la República, libertad, igualdad, fraternidad y un cuarto que ha tomado fuerza después, la laicidad. Para la mentalidad republicana francesa es improcedente subir a los altares a cualquiera, como a Juan Bautista María Vianney, el santo cura de Ars, que administró el sacramento de la confesión durante 40 años y durante diez horas diarias -y en 13 de esos años, entre 16 y 18 horas-, hasta que enfermó. O a la también popular y venerada santa francesa Teresa de Liseux, santa Teresita, la humilde carmelita y también, cosas de la vida, doctora de la Iglesia. Hispanidad redaccion@hispanidad.com