Es insólito que el gran debate político sobre el casus belli catalán se quede en el quito y pongo de los lazos amarillos, que seguirán llenando calles y plazas del espacio público porque de eso se trata.

Causan sonrojo tanto por la discriminación ideológica que aplica la policía autonómica catalana, al identificar a los que los retiran, como por la torpeza con la que conduce el Gobierno esa cuestión para evitar males mayores.

Es normal que se alcen las voces con Sánchez hasta dentro del PSOE se alcen las voces críticas por su condescendencia, que no dará ningún fruto, con los independentistas. Al tiempo.