Menos mal que la política educativa del ministro José Ignacio Wert (en la imagen) la perpetraban los curas.  Al parecer debe tratarse de unos curas rebotados, porque lo que es la ley Wert se está cargando la asignatura de religión en las escuelas. Sí, ya sé que tal como la imparten algunos especialistas a lo mejor confunde más que difunde, pero esa es otra cuestión en la que no tiene usted por qué entrar, caramba.

No, lo dice la Confederación Católica de Padres de familia y padres de alumnos (CONCAPA), y es que la tal disciplina ha quedado reducida en primaria y secundaria ya anulada en bachillerato. Y esto es bello e instructivo, porque si les enseñan religión, de verdad, de horma continuada, quién sabe lo que podría ocurrir. Por ejemplo, a pesar de que no es la escuela, sino la familia, la que forma a los enanos, podría suceder, qué se yo, que trasformáramos esta sociedad o alguna otra en tragedia semejante. Podríamos conseguir que los niños tuvieran una cosmovisión, un modelo de vida y entonces, quién sabe lo que podría ocurrir.

No es que la asignatura estuviera dando sus frutos. No daba apenas ninguno. Por eso, el eficiente ministro Wert la ha eliminado, como la mala hierba que era.  

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