Que no hay acuerdo entre los partidos para afrontar el problema migratorio está claro, tan claro como que ese debate político solapa el drama real de miles de personas que huyen de sus países por el hambre o la guerra.

Sonroja por esa razón que los políticos se enzarcen en dimes y diretes sobre las ocurrencias del Gobierno -ciertas, porque Pedro Sánchez actúa con el impulso oportunista, por eso se contradice- pero sin proponer nada a cambio para curar, no sólo remendar, un problema que escapa de unas fronteras concretas.

Así las cosas, la inmigración se está convirtiendo, exclusivamente, en arma arrojadiza. Está pasando ya en Andalucía, la comunidad más afectada. El PP de esa región se ensaña con Susana Díaz, que no puede sacar los colores al líder nacional para repartir el peso de la carga, mientras el PSOE, también regional, se limita a criticar el “bandazo a la extrema derecha” del otro líder, Pablo Casado.

Un vodevil, en fin.