"Europa hace el bochorno con la inmigración", titula un diario hoy lunes. Desde luego que hace el bochorno. Una Europa muy solidaria, oh sí. La inmigración que está llegando a la puerta de sur de Europa no es la inmigración del Hambre, que también debe ser considerada. No olvidemos que, en parte, ese hambre ha sido provocado por las políticas agrarias de Europa y Estados Unidos. Pero la inmigración que llega ahora es producto de la Primavera árabe que lanzara Barack Obama y que se ha convertido en infierno yihadista gracias a la Casa Blanca. ¿La solución? Ahora mismo, evidentemente abrir las fronteras. Muchos de esos inmigrantes son refugiados, en buena parte sirios y libios, que huyen de la matanza, antes que de la pobreza. La mayoría de ellos de la matanza del Estado Islámico. Italia, Grecia, Macedonia: Europa es incapaz de un gesto de generosidad. Extraordinario, sin duda, pero de generosidad con los que se mueren de hambre a sus puertas. Eso quiere decir que Europa no vale mucho. ¿Significa todo lo anterior que no hay que revisar con lupa a los posibles yihadistas que quieren colarse en Europa como refugiados? Por supuesto que sí. Es lo de siempre; el único principio justo, cristianos, ante la inmigración es la combinación de dos elementos aparentemente opuestos (o que se presentan como opuestos ante un corazón acomodaticio): fronteras abiertas… al tiempo que se obliga a comprensión y gratitud al inmigrante. Sí, el que está debe acoger al que viene con generosidad; el que viene no puede exigir, sino pedir. Así como respetar los principios, el ideario y la forma de vida del país de acogida. Hispanidad redaccion@hispanidad.com