Hace años acudí a Jasna Gora, un santuario mariano donde no ha habido apariciones, simplemente un amor recio a la Madre de Dios y patrona de Polonia, la Virgen de Jasna Gora, en el santuario de Czestochowa. No me parecía la imagen más hermosa de Santa María pero una monja polaca que había aprendido español en Argentina, me dijo: "Fíjense, tiene ojos soñadores". Y esa es la razón de que hoy tenga una imagen de la Virgen de Jasna Gora en mi hogar. El papa Francisco ha estado en Jasna Gora y los jóvenes le esperan en Cracovia. Es decir, la ciudad de San Juan Pablo II, otro viril Hijo de María y en su ciudad, Cracovia. Donde ha ocurrido todo. Ha ocurrido, por ejemplo, que en ella creó su obra Faustina Kowalska, la campesina polaca consagrada que lanzó el concepto de Divina Misericordia, la clave del pontificado de San Juan Pablo II y del Año Santo decretado por Francisco. En Cracovia está toda la historia moderna. En sus alrededores, Nowa Huta, el totalitarismo comunista, y Auschwitz, el totalitarismo nazi. Y en medio, Karol Wojtyla, el hombre que introdujo a la Iglesia en el siglo XXI y que preparó al mundo para la segunda venida de Cristo. Pero ojo, Cracovia es también la ciudad de Faustina Kowalska, apóstol de la Divina Misericordia que, como si retrocediéramos a la era patrística, ha vuelto a poner en el candelero la infancia espiritual y el abandono en manos de Dios. Kowalska une los pontificados de Juan Pablo II y Francisco bajo un mismo concepto: misericordia. Hispanidad redaccion@hispanidad.com