Los grafiteros, tan defendidos por Podemos, se han vuelto violentos. No son artistas pero sí son canallas: por eso han llegado a echar spray en la cara a una mujer embarazada que les afeó su actitud en el metro.

Y, naturalmente, han llegado a donde tenían que llegar: a un enfrentamiento con la policía (dos de ellos intoxicados), humillaciones a los empleados de metro, destrozo de material urbano y saneamiento con el público que se atreve a enfrentarles aunque se trate de un mujer con un criatura en su seno.

Actúan en Madrid y Barcelona, ciudades controladas por alcaldesas podemitas.

Por cierto, ¿cuántos imbéciles les han llamado artistas a estos gamberros pintamonas?