La delegada del Gobierno en Madrid, Concepción Dancausa (en la imagen) tiene la virtud de introducirnos en una difícil telaraña. Vamos, que no nos enteramos de nada. La noticia es que en la final de la Copa del Rey entre Sevilla (enhorabuena) y Barcelona se van a prohibir las banderas esteladas. No me parece mal, aunque una bandera se esconde en cualquier sitio y lo más fácil es introducirla en el Estadio y una vez dentro montar el pollo y obligar a la policía a retirarla por la fuerza. Pero lo que me sorprende es el añadido de la señora Dancausa: prohibir la entrada en el Vicente Calderón de todo tipo de objetos de "propaganda religiosa o política". Y la razón aducida para ello. Porque pueden provocar tensiones. Ya estamos con el argumento de la progresía, tanto pública como privada: si lleva usted un crucifijo colgado del cuello no lo pueden enseñar en el puesto de trabajo. ¿Por qué? Esto es, con la disculpa de proteger los derechos se conculcan los derechos porque claro, hay mucha gente que puede sentirse molesta por la exhibición de un objeto religioso. ¿Y mi libertad para proclamarme cristiano donde me venga en gana? Que la estelada crea conflictos está claro. Pero, ¿por qué había de crearlo un crucifijo? ¿Que no se trata de eso? Pues explíquelo señora Dancausa y, sobre todo, aclare los límites. que es lo mismo que aclarar los principios. Hispanidad redaccion@hispanidad.com