Es decir, que los españoles están hasta el gorro de la religión ecológica y quieren que les dejen comer en paz. Pero no les dejan en paz. El lugar común es muy poderoso en nuestro país.

Y así, sale a escena un maromo que nos explica que él cultiva productos ecológicos porque trabaja para alimentar a las personas, no a los mercados. Hombre, es verdad que los mercados de materias primas son mercados especulativos, pero lo que nuestro buen hombre quería decir es que el cultivo ecológico es más humano que la agricultura intensiva.

¡Y un jamón! El pollo de corral era un producto carísimo en mi niñez. Llegaron las granjas de pollo, ante las que chirrían las meninges de los animalistas, bajaron los precios y las odiadas granjas pusieron al alcance de todos un producto que en los años sesenta del pasado siglo sólo podían permitirse los ricos.

Así que vivan los alimentos normales que matan el hambre. Cuando toda persona esté bien alimentada, nos preocuparemos de la ecología.