El cristianismo no es masoquista, sino hedonista. El cristianismo no busca el martirio, aunque lo acepta si lo encuentra. Y el mártir es un hedonista porque sabe que su dolor temporal se convierte en realización eterna.

Pero es que también en esta vida la alegría es un árbol que tiene sus raíces en forma de cruz. Por eso, ser cristiano merece la pena.