La supresión del cambio de hora es una buena noticia, si se confirma, al margen del debate entre detractores y defensores en el que se ha pedido otras veces la Comisión Europea. Lo cierto es que esa medida ya no tiene el sentido de ahorro que pudo justificarla -el modelo energético ha cambiado y las empresas se han adaptado- y vence el factor humano.

Ahora, Juncker se apunta al posible cambio. Ha dicho que lo reclama de la mayoría de los ciudadanos que han participado en una consulta pública y que la Comisión Europea ha pasado la iniciativa a los Estados presentes en el Consejo. España es partidaria de suprimir el cambio horario, pero la portavoz del Gobierno,Isabel Celaá, no ha podido aclarar si se aplicaría el de verano o el de invierno y hasta se ha perdido un pelín con los husos horarios. No es lo mismo, según qué meridiano.

La persona debe estar por encima de la economía -un medio, no un fin-, algo que no entienden ni mecanicistas ni economicistas. No sólo sufren el cambio horario ancianos y niños, a los que es más difícil adaptarse, sino todos, a los que impacta en distinto grado que, de un día a otro, amanezca más temprano o anochezca antes de tiempo.

El cambio de hora tiene efectos en los estados de sueño y descanso, que se rigen por la luz del sol, no por la hora que marque el reloj, un invento para medir los tiempos no para cambiarlos.