A ver si nos entendemos: la unión bancaria consiste en dos cosas: unificar la supervisión y establecer un fondo de garantía de depósitos europeo. Lo primero ya está conseguido. Lo segundo, más difícil, no. Tal vez porque toca directamente al bolsillo de los Estados miembros. Porque, aunque el FGD se nutre de las aportaciones de los bancos, para alcanzar los 50.000 millones de euros previstos, se hace indispensable la aportación previa de los Estados, dinero que recuperarán con las cuotas que vayan pagando las entidades.

Ése es el mayor escollo de la unión bancaria. Yo, Alemania, ¿voy a pagar a los depositantes de un banco francés que ha quebrado? Ni hablar. Por eso, el vicepresidente de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, en una entrevista publicada este miércoles en El Economista, señala que “Europa debe avanzar a un sistema de garantía común de los depósitos”. Estamos de acuerdo, pero lleva avanzando desde que comenzó la unión bancaria. Ahora lo que habría que hacer es llegar, por fin, a puerto.

El otro punto conflictivo en Europa es la mutualización de la deuda. Es decir, un solo emisor en lugar de emisores nacionales. Es lo que Dombrovskis llama, en la misma entrevista, el “reparto del riesgo”. El problema es el mismo: Yo, Italia, ¿voy a tener que pagar por la deuda lo mismo que Grecia?

Realmente, ¿estamos avanzando? Y ojo, porque el que no avanza, retrocede.