El Europarlamento pretende que, a partir de 2022, todos los automóviles lleven un limitador de velocidad que frene el coche automáticamente. Esto de darle a las máquinas posibilidades de juicio, condena y ejecución sobe nuestros actos resulta, cuando menos, preocupante.

Recuerdo que, años atrás, durante el acto de nacimiento de una aerolínea dotada con nuevos aviones, nos advertía el piloto que aquella máquina podía aterrizar sola, a lo que uno de los presentes respondió: pues yo prefiero que aterrice el piloto, porque el piloto tiene miedo, la máquina no.

Y, en cualquier caso, el Estado no está para limitar la libertad de los hombres –aunque lo parezca- y la obsesión por la seguridad siempre acaba en más inseguridad.