Xi Jinping, ese ser siniestro, exige al Vaticano que los obispos chinos fieles a Roma, que han sufrido persecución por el Gobierno, se pongan a las órdenes de aquellos otros obispos de la Iglesia patriótica, que han vivido amamantados por el Partido Comunista.

Pues bien un ‘lapsi’ no puede, en ningún caso, dirigir a los fieles y a los mártires. Puede ser perdonado por la autoridad eclesiástica y por los fieles, pero no puede permanecer en la cúspide, debe ser dirigido.

Entre otras cosas, porque eso sería tanto como aprobar que la Iglesia Patriótica china, creada por el mayor enemigo del cristianismo en la edad moderna (¿necesito recordar que es el comunismo?) y a las órdenes del Gobierno de Pekín, que incluso ha colaborado en la persecución tantas veces cruenta, siempre cruel, de los chinos fieles al Vaticano, debe ser premiada por su radiante historia.

Habrá que recordar que no conviene confundir misericordia con connivencia.

Porque, además, recordemos el pasaje de San Juan 16, 2: “seréis expulsados de las Sinagogas”. De vuestra propia Iglesia, por si alguien no lo ha entendido.