Hasta los taxistas se preguntan en qué acabará el debate generado tras el atentado islamista contra la revista satírica Charlie Hebdo. Y eso que los taxistas saben mucho: por sus asientos pasan políticos, financieros, empresarios… y están todo el día pegados, encima, a la radio. Escuchan mucho, aunque también hablan lo suyo. "¿Oiga, eso de las caricaturas de Mahoma no ha ido demasiado lejos?", se pregunta uno de ellos ante uno de su viajeros. Ya saben, un 'arma' sibilina -toda pregunta lanzada como un pensamiento en voz alta lo es- para sondear al cliente. El interlocutor le responde con un "es posible", y entonces el taxista, sintiéndose aprobado, se lanza: "Lo que ha dicho el Papa -y mira que lo ha explicado bien- lo ha dicho hasta la jefa de la diplomacia europea, la Mogherini, y a nadie le ha escocido: que hay que trazar una línea entre libertad de expresión y respeto, vaya, y que si los musulmanes se mosquean, tampoco es cuestión de echarles jarros de agua fría para que se mosqueen más todavía". Una cosa es el sentido del humor, sano e inteligente, y otra plantear la injuria o la blasfemia como un derecho. Que la mentira o la ofensa tienen topes lo sabe hasta el más tonto. De lo contrario, nos vamos a hacer un lío de narices entre democracia, Estado de Derecho, libertades y violencia del que vamos a salir muy mal parados. Ni tanto ni tan calvo: equilibrio.

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