Era papable, era un hombre santo y profundo, era el favorito de muchos. Hasta ahí, todo sabido. Lo que no sabíamos era que, además, el cardenal canadiense Marc Ouellet era un cachondo mental. Sólo a un irónico de tintes agudos se le ocurre, en plena Asamblea de la CELAM, magno acontecimiento, referirse a la repetida conversión pastoral como la necesidad de que los pastores se conviertan. No la grey sino los pastores. ¿Comprenden? Ya se ve cuál es la jerarquía de prioridades de nuestro papable. Agudo, nuestro hombre: ha descubierto que, en ocasiones, el mal no está en los discentes sino en los docentes. Prudente aclaración. No, si cara de cachondo ya tiene el purpurado. Hispanidad redacción@hispanidad.com