No es creíble una ecología que nos hace la vida más cara y complicada (las renovables son carísimas y viven del cuento) y que obliga a los países pobres a seguir viviendo de la limosna para no contaminar el planeta.  

Y, en definitiva, no es creíble una ecología que pasa a ser religión y que exige que la especie humana sea una más en el planeta en paridad de estima con ratas y plantas.

No me extraña que Estados Unidos, uno de los pocos países donde aún impera el sentido común -me temo que no por mucho tiempo-, no quiera saber nada con los talibanes del COP y se haya salido del Acuerdo de París.

Insistimos: no sabemos si hay calentamiento global y si todo en ese calentamiento es malo. Pero lo que sí es seguro es que la humanidad sufre un gravísimo acceso de calentamiento mental. Nuestra ministra talibana, doña Teresa Ribera, a la cabeza del pelotón.