La plataforma de alojamientos, blanco de los 'turismofobos', al igual los 'google and cia', escapa del fisco. En España, Airbnb sortea las reglas del juego, entre otras cosas porque la legislación varía entre autonomías, oh cielos, aunque Baleares se lo empieza a poner crudo con multas incluidas. Pero lo que no ha entrado debate todavía en el solar peninsular es la fiscalidad, el nudo gordiano del asunto. Sí ha entrado en Francia, donde el Gobierno se ha alarmado al constatar que los impuestos que pagó en 2017 no llegan a 95.000 euros, una anécdota teniendo en cuenta que es la segunda potencia turística después de EEUU. El problema vuelve a ser el mismo que envuelve a las grandes de Internet, como Apple, Google, Amazon o Facebook, que se aprovechan de las lagunas en la legislación europea para tributar lo menos posible. Irlanda, recuerden, tiene el impuesto de sociedades en el 12,5%, nada que ver con el resto. Airbnb se defiende diciendo que con su actividad crecen los ingresos turísticos para el país donde actúa, que aporta lo suyo al país, y en sentido contrario, el sector hotelero le acusa de morderles terreno por la cara y gratis. Que hay un problema es evidente. Otra cosa es cuándo se solucione. Alemania y Francia están decididas a encontrar un remedio y el comisario de Economía, el francés Pierre Moscovici, también. Hilo a la cometa. Hispanidad redaccion@hispanidad.com