Pero siguen las protestas de los descontentos contra el gobierno fundamentalista y la lucha por el poder religioso en el mundo árabe musulmánContinúan las revueltas en Turquía, y ya se cumplen más de dos semanas de protestas contra el Gobierno del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan. Este ha optado por la mano dura y por la arenga a sus fieles. Este fin de semana, arengaba a cientos de miles de seguidores en Estambul mientras, al mismo tiempo, en el centro de la ciudad la policía usaba lanzaba una vez más gas lacrimógeno para evitar que miles de manifestantes se acercaran a la plaza de Taksim, epicentro de las protestas.

Como recogimos la semana pasada, el experto en islamismo Raad Salam Naaman explicaba que  "la gente en Turquía (una minoría, hay que decirlo) está saturada del gobierno de Erdogan y su disposición hacia el Islam fundamentalista". Y ponía ejemplos: "Limitaciones de los derechos humanos, a la intromisión en la vida privada, asignando la educación religiosa, forzando a las chicas a llevar el velo y ir a la escuela para estudiar la religión (el Islam por supuesto), cambiando las escuelas en colegios religiosos islámicos, la reciente prohibición de vender bebidas alcohólicas; como el raki, la bebida turca más tradicional, o la construcción de una mezquita gigante en Estambul".

Pero, quizá lo más relevante de su opinión es que vinculaba las revueltas turcas con la lucha por el poder religioso en el mundo árabe musulmán, entre los shiíes y los sunníes "enfrentados entre sí" pero "los dos tienen en común el odio y la persecución a los cristianos".

Mientras, en España, el presidente del BBVA, Francisco González, banco inversor en Turquía, se refería a las revueltas turcas en estos términos: "me falta información para saber el alcance real de este movimiento. ¿Hay realmente un sentimiento nacional de cambio profundo o no". "Mi opinión es que Turquía no va descarrilar, que no va a pasar nada grave".

Es una opinión más...

Andrés Velázquez
andres@hispanidad.com